2017: Grandes Retos, Grandes Oportunidades para México

El año 2016 ha estado plagado de sorpresas adversas. Pese a ello, en términos económicos, México ha logrado mantenerse en una senda de crecimiento.

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A pesar de los cambios y sucesos mundiales que definieron 2016, México cuenta con las fortalezas necesarias para afrontar 2017

-Pedro Uriz Borrás

El año 2016 ha estado plagado de sorpresas adversas. Pese a ello, en términos económicos, México ha logrado mantenerse en una senda de crecimiento. Aunque este crecimiento es inferior al deseable, es posible basándonos en dos hechos fundamentales.

El primero es que si bien EE.UU. ha seguido creciendo (el consenso de los analistas estima un crecimiento del 1.6% a/a para 2016), este crecimiento proviene más del consumo que de la inversión. Esta última el componente que más impulsa el crecimiento en México, dada nuestra calidad de exportadores de bienes de capital.

El segundo es que nos hemos quedado sin parque en materia de política monetaria y presupuestal.

El clima en Estados Unidos

 Estados Unidos ha mantenido una senda de recuperación razonable a lo largo del año. Muestra de esto es la continua creación de empleo que, si bien ha sido inferior a la de años previos, está acompañada de una tasa de desempleo cercana ya a niveles prácticamente de pleno empleo. Esta recuperación constante ha llevado a la Reserva Federal a contemplar volver a aumentar en el corto plazo su tasa de interés. Aunque estas alzas ocurrirán a un ritmo muy lento y probablemente el nivel de tasas cuando termine el ciclo será, en términos históricos, bajo. Por lo anterior, la política monetaria en aquel país seguirá siendo un elemento de apoyo al crecimiento.

Como resultado de las elecciones en EE.UU., cabe la posibilidad de que la política presupuestal vuelva a ser protagonista del crecimiento. Esto ha impulsado a los mercados accionarios en Estados Unidos y reducido la aversión al riesgo en los mercados internacionales.

Esto, en principio, supondría algo favorable para México, pero el diablo está en los detalles. La política presupuestal que busca impulsar Donald Trump no luce muy sólida, pues pretende reducir impuestos y aumentar el gasto al mismo tiempo, sin disparar la deuda. Esto es muy difícil, ya que se basa en un supuesto poco creíble: que los ingresos del gobierno aumentarán por la mayor actividad y compensarán los recortes.

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Trump y México

Además, la animadversión de Trump hacia México podría opacar el efecto en nuestro país de un mayor crecimiento en el vecino, debido a su postura antiinmigración y proteccionista hacia el comercio.

Así, nos parece más razonable anticipar que EE.UU. crecerá a un ritmo similar al reciente, es decir, en torno a un 2% en 2017, pero con la salvedad de que, en el mejor de los casos, ese crecimiento tendrá en nuestro país un efecto similar al observado en los últimos dos años. No obstante, en general, por la llegada de Trump al poder, la posibilidad de vernos menos beneficiados por el ciclo económico en EE.UU. es elevada.

 Ante esta coyuntura externa, cabe preguntarse: ¿cómo llega el país? De 2013 a la fecha, el crecimiento promedio de México ha sido de 2.1%. Este crecimiento se logró alcanzar gracias a que la política monetaria y la fiscal pudieron mantener una postura expansiva, de bajas tasas y déficits elevados, a pesar de que EE.UU. se encuentra en un ciclo de crecimiento sin inversión.

Esta postura económica fue posible gracias a los avances realizados en la modernización de la política monetaria (la inflación en México es muy cercana al objetivo del 3% del banco central) y al continuo proceso de desendeudamiento entre 1995 y 2007.

Es importante destacar, además, que el periodo posterior a la crisis de 2008 se ha caracterizado por una fuerte entrada de capitales a nuestro país, debido al bajo nivel de las tasas de interés en el mundo desarrollado, lo que contribuyó a un ambiente de tasas bajas y estables.

Eventos geopolíticos

 Sin embargo, distintos sucesos en México y en el exterior han reducido sustancialmente nuestro margen de maniobra. En primer lugar, el proceso de normalización de tasas en EE.UU. ha supuesto una fuerte apreciación del dólar frente a gran parte de las divisas, incluido el peso.

Además, la caída de los precios de las materias primas y el menor crecimiento de los países emergentes también han afectado a nuestra moneda. Por último, los diversos acontecimientos geopolíticos que han detonado la aversión al riesgo (como el Brexit), también han contribuido a un tipo de cambio más elevado.

 Está debilidad del peso ha generado dos efectos principales. El primero es que la razón de deuda a PIB ha acelerado su crecimiento a pesar de que el tamaño de los déficits incurridos por el gobierno de Peña Nieto y el de Calderón es muy similar.

Lo anterior se debe, principalmente, a que la valuación de la deuda externa en términos de pesos está afectada por la debilidad del peso. Ello ha encendido las señales de alerta de las calificadoras ante el aumento de la deuda pública y los menores ingresos del gobierno federal por la caída de los precios del petróleo.

Estos focos rojos, además, se han intensificado porque Pemex no es una empresa rentable. Así, desde la política presupuestal, el gobierno ha reaccionado recortando el gasto sustancialmente, lo cual afecta, sobre todo, a la inversión pública y, a su vez, condiciona el crecimiento presente a través de menos obras y el futuro a través de menor productividad. En pocas palabras, esta reacción implica que ya no podemos contar con un empujón presupuestal.

Tasa de referencia en México

 El otro efecto del elevado tipo de cambio ha sido que el banco central se ha visto obligado a empezar a elevar su tasa de referencia, a pesar de que ni la inflación (en torno a 3.4% para finales de año) ni la actividad (el PIB se expandirá 1.8% a/a este año) justifican el adoptar una postura restrictiva.

Sin embargo, ante el riesgo de que la depreciación incesante del peso provoque que los no residentes vendan sus posiciones en activos mexicanos denominados en pesos, o que las expectativas inflacionarias se deterioren en exceso, Banxico ha tenido que aumentar 150pb el diferencial de tasas frente a EE.UU.

Esta acción servirá para restablecer el atractivo de los activos locales y tratar de anclar las expectativas, aunque de usarse en exceso, podría afectar el crecimiento económico.

 Ante esta coyuntura potencialmente adversa, los avances históricos logrados en los últimos 20 años van a ser muy relevantes. En primer lugar, cabe destacar que, en efecto, hay una buena cantidad de reservas internacionales, que se acumularon de manera disciplinada en los últimos años precisamente con la idea de enfrentar emergencias de este tipo.

Inflación

 En segundo lugar, la inflación se mantiene históricamente baja a pesar de la depreciación sin tregua del peso.

Aunque admitimos que seguramente la inflación será más elevada en 2017 y se ubicará por arriba de un 4% buena parte del año, no supondrá un deterioro significativo del poder adquisitivo de los mexicanos, sobre todo con el aumento de casi 10% al salario mínimo, el cual ha iniciado una senda de recuperación que creemos seguirá dándose en los siguientes años.

Además, no estamos en riesgo de enfrentar una crisis de deuda similar a la de 1994. Hoy la mayor parte de nuestra deuda está en pesos (70%) y su plazo promedio al vencimiento es de más de 7 años, mientras que la deuda extranjera tiene un plazo promedio al vencimiento cercano a 16 años, con lo cual no anticipamos un problema de liquidez del gobierno.

 Otro elemento relevante es que la banca está más sólida que nunca, con una cartera vencida baja. Las grandes empresas lucen balances razonablemente saludables. Y el gobierno federal requerirá de un menor financiamiento gracias a la consolidación del déficit, lo que redunda, como ha sucedido en los últimos años, en una menor emisión y, por lógica, debería proveer estabilidad a las tasas.

México: exportador de materias primas

Finalmente, nuestra transformación de un país exportador de materias primas en uno exportador de valor agregado no se puede borrar de un plumazo. Incluso si los acuerdos comerciales sufrieran modificaciones sustanciales, contamos con las herramientas suficientes para mantenernos competitivos.

Las reformas aprobadas en los últimos años son un paso en la dirección correcta, aunque sus frutos vayan a tomar algunos años más en madurar.

Todas estas fortalezas serán útiles para enfrentar la coyuntura que viene, la cual puede tener un subproducto adicional que debemos valorar. Si los cambios en el mundo se dan de manera vertiginosa, el sistema político mexicano tendrá que reaccionar también de esta manera; de lo contrario, corre el riesgo de dilapidar su de por sí baja credibilidad.

¿Qué implicaciones hay?

Esta reacción sin duda implica generar consensos respecto al rumbo económico del país para el mediano y largo plazo. La emergencia potencial puede adelantar mucho el ciclo de reformas necesarias. La dirección de estas reformas debería de ser la de conjugar los avances de la ortodoxia realizados hasta ahora, con un impulso hacia la reducción de la pobreza y la desigualdad mediante proveer mayor bienestar a todos los mexicanos.

Por supuesto, esto ha de darse de la manera más sensata posible en términos presupuestales. Si eliminamos las distorsiones que han evitado una distribución equitativa de los beneficios en el país, podremos enfrentar, como una sociedad más desarrollada, cualquier coyuntura futura impuesta por el exterior.

 

*Economista. Las opiniones aquí vertidas son a título personal y no reflejan las de ninguna institución pública o privada.

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